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La respuesta está en el viento

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Las Letras de Pedro Cruz

¿Cuántas muertes más serán necesarias para comprender que  ya ha muerto
 demasiada gente?, preguntó Bob Dylan a mediados de los  sesenta, cuando se
 convirtió en el portavoz de los jóvenes norteamericanos que se opusieron a la
 guerra de Vietnam.
 
 Esa misma pregunta es la que nos hacemos ahora la mayoría de los mexicanos:
 cuántas personas más tienen que morir para que  nuestros legisladores y
 gobernantes entiendan que la estrategia de lucha contra el narcotráfico
 ha fracasado y es necesario buscar otras alternativas.
 
 La detención de la Barbi o la muerte de Arturo Beltrán Leyva no resuelve nada,
 por el contrario, agrava el problema.  Otros más vendrán a ocupar sus puestos. 
 Hace unos días 72 indocumentados fueron masacrados en un rancho de San
 Fernando,  Tamaulipas.
 
 El asunto tomó resonancia en Latinoamérica porque las autoridades confirmaron
 que entre las víctimas había indocumentados de El Salvador, Honduras, Brasil y
 Ecuador; el daño colateral de la lucha fallida contra las drogas en México se
 extendió a otros países.
 
 En lo que va del sexenio, según fuentes periodísticas por que no hay registros 
 oficiales, entre 28 y 30 mil personas han muerto en la guerra sin cuartel que se
 libra contra el narcotráfico.
 
 Por muchas menos muertes que éstas, las  fuerzas de la ONU, conocidas como
 «Cascos Azules», han intervenido en varias  naciones para  mantener la paz.
 
 La percepción de la gente es que el gobierno, a través de sus cuerpos de
 seguridad locales, apoyados por el  Ejército y la Marina, han perdido la
 batalla; son muchas  las voces que recomiendan apoyo externo, sin que signifique
 pérdida de soberanía, para poner un  alto al fuego, desarmar e inmovilizar a los
 ejércitos de sicarios auspiciados por los carteles, proteger a la población
 civil y  recuperar el orden.
 
 En febrero pasado en Ciudad Juárez,  líderes de organizaciones civiles y
 empresariales solicitaron oficialmente al secretario general de la ONU, Ban Ki
 Moon, el envío de una misión de paz para frenar la violencia en Chihuahua ante
 la falta de resultados en la estrategia diseñada por los gobiernos municipal,
 estatal y federal.
 
 Tan solo en este año un recuento somero en la prensa da una muestra del tamaño
 de la lucha intestina y fraticida  que libramos.
 
 El 31 de enero,  en  grupo armado ingresó a  una fiesta en Ciudad Juárez; mató a
 15  jovencitos y dejó 16 heridos.
 
 La misma madrugada del 31 de enero, en Torreón, Coahuila, como si hubiera sido
 una consigna,  un pelotón de fusilamiento llegó a un  salón de  fiestas  y
 disparó sin distinción. El saldo fue de  17 muertos y 18 heridos.  En mayo, en
 esa misma ciudad, nuevamente un comando atacó otro bar, dejó   ocho muertos y 19
 heridos.
 
 Los sicarios no buscaban a alguien en especial, sino provocar la mayor cantidad
 posible de muertes y generar el más cruento horror, es decir, como los
 exterminios masivos que se dieron en la ex Yugoslavia, Bosnia o Chechenia.
 
 En febrero 23, un ataque contra dos familias en Oaxaca deja ocho civiles y cinco
 policías muertos.  El 28 de marzo en Durango,  narcotraficantes que operaban un
 reten en el municipio  de Pueblo Nuevo, asesinaron con ráfagas y granadas a 10
 jóvenes, entre ellas tres niñas.
 
 El 6 de abril hubo 12 muertos, ocho de ellos calcinados, después de un
 enfrentamiento entre grupos rivales en un camino rural del estado de Nayarit. 
 El 20 de junio  en  Taxco fueron extraídos de la mina La Concha, cerca del
 poblado San Francisco Cuadra, 55 cadáveres de personas ejecutadas. El  11 de
 junio  en  Ciudad Juárez, un escuadrón de la muerte ingresó  a un centro de
 desintoxicación  y recorrió las habitaciones disparando sus armas de grueso
 calibre. Mataron a 19 internos.  
 
 
 El 18 julio En Gomez Palacios, un grupo de pistoleros salieron de la cárcel y
 ejecutaron a 15 personas. En  24 de julio  en Nuevo León, 51 cadáveres fueron
  localizados en una narco fosa.  No pasa un solo día sin que la prensa de cuenta
 ejecuciones masivas y enfrentamientos de 15 horas como el que  ocurrió en
 Pánuco, apenas el lunes 30 de agosto. Dicen que hubo 20 muertos.
 
 El 5 de diciembre de 1933, el demócrata Franklin D. Roosevelt,  abolió la a Ley
 Seca; las  organizaciones criminales tuvieron que cambiar el alcohol por otras
 sustancias aún hoy prohibidas. Creo que es el momento de tomar una
 decisión similar, porque las drogas están generando más muertes en la ilegalidad
 que las que dio en su momento el alcohol.
 
 Habrá voluntad de nuestro gobierno y de nuestros legisladores para  enfrentar a
 los cárteles  con una alternativa diferente a las armas. La respuesta mi
 amigo, está flotando el viento.

redaccion

Parece muy obvio, pero. . . (del correo de un padre de familia)

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