Internacional

Benedicto XVI impuso el anillo a 24 Cardenales

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Ciudad del Vaticano. (Redacción).-  Durante una misa concelebrada con todos los cardenales del mundo en la basílica de San Pedro, el Papa impuso ayer el anillo a los 24 nuevos purpurados, a quienes dijo que lo recibieran como «signo de dignidad, de solicitud pastoral y de una comunión más fuerte con la Sede de Pedro». Ajeno a polémicas sobre el contenido de su nuevo libro-entrevista «Luz del Mundo», Benedicto XVI pronunció una hermosa homilía sobre la fe y la cercanía a la Cruz, dos conceptos que hoy resultan extraños en muchos ambientes.

Comentando la fe de María al pie de la Cruz, y la fe del buen ladrón que pide a Jesús «acuérdate de mí cuando entres en tu reino», el Papa reflexionó sobre su propia tarea como encargado de mantener la fe de Pedro, quien fue adelantado en reconocer la divinidad de Jesús pero se escapó por cobardía en los momentos difíciles del arresto y juicio a Jesús.
La misión del sucesor de Pedro es «estar con Jesús, como María, y no pedirle que descienda de la Cruz, sino acompañarle allí. En este sentido, el lugar auténtico del Vicario de Cristo es la Cruz, perseverar en la obediencia de la Cruz».

Con la experiencia de más de cinco años, el Papa comentó que «este ministerio es difícil, porque no coincide con el modo de pensar de los hombres». La vocación del Papa y los cardenales es aceptar «la lógica de la humildad y del servicio, del grano de trigo que muere para dar fruto. Pensar y actuar según la lógica de la Cruz, que no es nunca fácil ni se da por supuesto».

Benedicto XVI explicó que «por ese motivo, en el anillo que hoy os entrego está representada la imagen de la Crucifixión. Y por ese mismo motivo, el color de vuestra vestimenta se refiere a la sangre, símbolo de la vida y el amor».

El tono de la homilía era íntimo y profundo, siguiendo una reflexión que parecía casi más adecuada al Viernes Santo que a la fiesta de Jesucristo, Señor del Universo, que se celebraba ayer. Era evidente que el Papa deseaba llevar a los cardenales a meditar sobre lo esencial: imitar a Jesucristo en la donación máxima, la Cruz, de modo que «incluso en las pruebas no falte la alegría y la paz que Cristo nos ha dejado».

redaccion

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