ColumnistasLic. Héctor Yunes Landa

El papel histórico del Senado en México

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ARTICULISTA INVITADO

Héctor Yunes Landa

El pasado 1 de julio vivimos en México una fiesta democrática en la que se confirmó que en nuestro país la Democracia se consolida, a pesar de que aún debemos hacer ajustes para fortalecerla. Como miembro electo de la próxima legislatura me propongo agradecer a los ciudadanos veracruzanos la confianza que han depositado en nuestra propuesta, y la mejor forma de hacerlo es defender los intereses y las demandas del pueblo veracruzano, generando condiciones jurídicas, políticas, económicas y sociales, que propicien el bienestar y el desarrollo sostenible de nuestra entidad.

El Senado mexicano ha mantenido un papel histórico trascendental en nuestro devenir político y social, que ha propiciado un mayor entendimiento y la colaboración entre las fuerzas políticas del país con independencia de su visión propia, en un ambiente de respeto y cordialidad. Esto se sustenta en una tradición en nuestra historia. Durante los debates en las cortes de Cádiz de 1808, es posible encontrar los primeros antecedentes del proyecto de un Poder Legislativo compuesto de forma bicameral, donde el Senado tendría la responsabilidad de una cámara alta a semejanza del modelo británico.

Los avances en el proyecto de un poder legislativo fuerte y en equilibrio, tienen su origen en 1823, cuando se forma un Constituyente que refuerza la idea del sistema bicameral, con una cámara integrada a partir del número de habitantes, y otra conformada por una cuota de representantes equitativa para cada uno de los estados existentes.

En parte, debemos nuestro actual sistema a dos grandes personajes que apostaron fuerte por estas ideas. Fray Servando Teresa de Mier, quien difundió la importancia del Senado, y Miguel Ramos Arizpe, quien contribuyó de forma decisiva al bicameralismo, formulando el proyecto de Acta Constitutiva de la Federación, sobre las bases a las que debía ceñirse el Congreso al redactar la Constitución. Esta ley fundamental fue la antecesora de nuestra Constitución de 1924. Fue en ésta Carta Magna donde se estableció la división y separación de los poderes públicos, la organización del legislativo y el judicial como entidades fuertes y autónomas, así como la independencia de los estados, sólo limitada por la superioridad del interés nacional. En el artículo 7° de dicha Constitución se dispuso que el Poder Legislativo fuera depositado en un Congreso Bicameral con una cámara de Senadores y otra de Diputados.

Años más tarde, en 1935 específicamente con el ascenso al poder de los centralistas, la Constitución de 1824 fue abrogada y sustituida por las siete leyes constitucionales de 1936, manteniendo la Cámara Alta, pero deformando su espíritu original y convirtiéndola en un organismo que fue considerado por algunos historiadores con tintes aristocráticos. En el año 1857 el sistema bicameral sufre una modificación importante pero pasajera en nuestra vida política, se suprime el Senado estipulando en el artículo 51 un Poder Legislativo Unicameral.

Un primer intento por restaurar el orden bicameral fue impulsado por el presidente Benito Juárez, quién propuso al Congreso restaurar la Cámara de Senadores buscando restablecer el equilibrio en un sistema federalista. Fue hasta el periodo presidencial de Sebastián Lerdo de Tejada, cuando se presentó de nuevo la propuesta de restaurar el sistema bicameral, afirmando la necesidad en una República Federal puesto que ambas cámaras combinan la representación de los elementos popular y federal. Fue el 13 de noviembre de 1874, cuando el Senado de la República fue restaurado finalmente, reactivando su funcionamiento con la apertura del Congreso el 16 de septiembre de 1875.

El último período de dudas sobre mantener el Senado fue durante la Revolución Mexicana, pero el Constituyente de 1917 reafirmó la necesidad e importancia de contar con un Legislativo Bicameral que mantuviera los equilibrios políticos y sociales, con lo cual se validó de manera definitiva la existencia del Senado. Se estableció la composición de la Cámara con dos miembros por cada estado y dos por el Distrito Federal, elegidos por voto directo. Las legislaturas estatales eran quienes declaraban los Senadores electos, por cada electo debía nombrarse un suplente. Se estableció un periodo de cuatro años y la renovación de la mitad de la Cámara era cada dos años.

Años más tarde en 1933, se amplió el periodo de los Senadores de 4 a 6 años, renovándose completa cada nuevo periodo. En 1986 se reforma la Constitución y se establece de nuevo la renovación de la mitad de la Cámara cada tres años.

En 1993 tuvo lugar otra reforma, que consideró una nueva conformación de la Cámara de Senadores, integrándose con 4 Senadores por cada Estado y 4 por el Distrito Federal, 3 de ellos elegidos por el principio de mayoría relativa y 1 asignado a la primera minoría.

Finalmente, en 1996 se dio la reforma que rige la conformación actual del Senado, integrado por 128 Senadores, 4 por cada Estado, 2 elegidos por el principio de mayoría relativa y uno asignado a la primera minoría. Los otros 32 Senadores son elegidos por el principio de representación proporcional, mediante el sistema de listas votadas en una sola circunscripción plurinominal nacional.

Hoy tenemos la oportunidad de seguir construyendo nuestra democracia; superada la etapa electoral llega el momento de unir esfuerzos, de conciliar posiciones y luchar unidos por el bienestar de nuestro estado y del país, contamos con la oportunidad de propiciar oportunidades de crecimiento y afrontar juntos los retos actuales. Debemos dejar atrás la etapa competitiva de las elecciones y articular a las fuerzas políticas de manera conjunta hacia la consecución de objetivos claros. Ese es el reto que me propongo asumir para cumplir a todos los veracruzanos y contribuir a darle a Veracruz el gran lugar que se merece.

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