ColumnistasJosé Luis Ortega Vidal

Miguel Alemán Velasco Ex gobernador de Veracruz

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CLAROSCUROS

  “Los niños cuentan lo que hacen;los viejos dicen lo que hicieron; pero sólo los pendejos anuncian lo que harán…”

     José Luis Ortega Vidal

    (1)   Aciago, es el término que puede definir el panorama que vive el sur de Veracruz a punto de cumplirse la primera quincena del 2013.   En materia de seguridad, Acayucan ha dado la nota con el asesinato cruel, lleno de saña y espantoso del doctor Julio de la Cruz; un galeno que estudió dos años de su carrera en la Escuela de Medicina del Colegio Militar y concluyó en la Universidad Veracruzana.

  Desmembrado; regados sus restos en ranchos, carreteras y baldíos de Acayucan; incompleto el cuerpo que su familia ha debido velar y enterrar; el médico de 47 años nos coloca -con su atroz ausencia- ante la fragilidad de nuestra condición actual: en cierto sentido, todos estamos un poco muertos.

  No se trata de una consideración existencialista, sino de una realidad lamentable: en menos de dos semanas han sido capturadas por lo menos tres bandas de secuestradores en el Sur.   La mayor de ellas parte se integran por jóvenes; hombres y mujeres.   Alguna, con integrantes que pertenecen a clases sociales pudientes.

Los rostros de muchachos, casi niños, que han estudiado en colegios privados y religiosos; cuyas familias vienen una situación económica holgada, han aparecido de pronto en las páginas policiacas.       ¿Por qué?

La respuesta se encuentra en el argumento inicial de este texto: opino que el proceso de descomposición social que padecemos abarca múltiples aspectos: desde la crisis económica hasta la pérdida de valores; fracturas y rompimientos en la estructura familiar; la codicia como motor de nuestra vida política, social, económica, personal.

Del doctor Julio de la Cruz, hasta la fecha sólo ha aparecido un brazo, el tronco de su cuerpo sin cabeza, ni piernas, ni brazos, ni genitales.   A estas dos piezas se suma un muslo; y los tres hallazgos han ocurrido en tres lugares distintos, en tres días diferentes.

¿Por qué?       Sólo el o los asesinos lo saben.   Las autoridades especulan igual que lo hace la sociedad entera: que si se trata de una venganza pasional; que si es producto de la actividad profesional de la víctima; etcétera.

La determinación policiaca que pueda arrojar este hecho no evita la conclusión lógica inmediata: esta historia sólo puede ser producto de una sociedad enferma; dañada; que padece un cáncer añejo, muy extendido y profundo.   Insisto: el crimen del doctor de la Cruz nos coloca ante partes de nuestra estructura social que ya están muertas; que no tienen solución; que deben ser reemplazadas.

  La previsión en materia de seguridad –por citar sólo una variable- es un ejemplo de esta pudrición.   Secuestrar a alguien, asesinarlo, desmembrarlo y arrojarlo por partes en un amplio espacio geográfico en el que día con día se mueven policías municipales, estatales, federales; elementos de la marina, del ejército; cuerpos de seguridad privados; y por si fuera poco organismos de seguridad encargados de la vigilancia al paso de migrantes; sólo se puede hacer con la complicidad de esta misma estructura.   Nunca he pensado que nuestros cuerpos de seguridad estén formados por pendejos. No es así. Somos una sociedad profundamente corrupta. Eso es distinto.

Y lo hemos sido siempre; sólo que estamos viviendo una etapa en que la pus nos brota por todas partes.

Además, esa corrupción no sólo se encuentra en los organismos públicos. Ha alcanzado ya a todos: a las familias; a las escuelas; a nuestros jóvenes; a nuestros padres de familia; a nuestros empresarios.   No se explica de otro modo lo que ocurre en Acayucan y que se padece en casi todo el territorio nacional.

Al hecho en sí mismo, sumemos la falta de resultados; la ausencia de detenidos; la inexistencia de explicaciones coherentes.

Ello nos coloca a todos en la posición de próximas víctimas potenciales.   Víctimas -por otra parte- de nosotros mismos y si tiene dudas al respecto pregunte sobre el tema a los padres de familia de los muchachos y muchachas detenidos por conformar bandas de secuestradores.

  (2)   Por lo que hace a la vida política sureña, en Coatzacoalcos se vive una situación muy lamentable.   Ocurre en el Cabildo y se hizo pública en diciembre; se ha extendido a enero y lo peor: no se ve para cuándo se pueda detener.   Se trata de una pugna interna entre los 15 ediles que conforman el Ayuntamiento porteño.   El Alcalde, el Síndico y tres Regidores conforman un bloque. Diez regidores más integran el segundo y ambos se enfrentan cada día en los medios de comunicación.

Esta historia se ha ventilado públicamente a través de varios capítulos.   El más notable, en diciembre, fue la ausencia del “grupo de los diez” en el segundo informe de labores del Alcalde.

Luego, la decena de regidores se trasladó a Xalapa y presentó sendas acusaciones sobre presuntos malos manejos en las finanzas municipales, ante la LXII Legislatura; el ORFIS y la Secretaría de Gobierno.

Lo hicieron en el contexto de un señalamiento en contra suya: el Alcalde los llamó corruptos; chantajistas.   “Quieren un bono y un aguinaldo que suman más de 500 mil pesos para cada uno; a cambio de firmar cuentas pública y acudir al informe”; dijo.   Los reporteros gozan de noticias de ocho columnas cada día.

Los columnistas locales y estatales derrochan tinta en referencia a tirios y troyanos.   Ya ha ocurrido una observación del sector empresarial porteño: sus representantes han pedido cordura y altura de miras a los quince ediles. Diriman sus diferencias al interior del Cabildo y no en los medios de comunicación; pidieron.   Queda claro que las diferencias del Cabildo, ventiladas como está ocurriendo, dañan la imagen institucional.

No obstante, nadie se ha bajado del ring hasta ahora.   Lejos de ello, han aparecido sapos, alacranes y víboras prietas en medio del desaguisado.   El liderazgo del “grupo de los diez” se le atribuye al regidor sexto: el priista Federico Lagunes Peña.

  De triste memoria en su trayectoria pública, Lagunes Peña enfrenta una acusación grave: lo menos que se dice en tal señalamiento es que convirtió su oficina edilicia en un motel.

Dicho tema es pecata minuta frente a los intereses y los señalamientos que se mueven en el pleito político del Ayuntamiento coatzacoalquense.

  El foco rojo se ha encendido en el momento que una menor de edad acusó al regidor sexto de haberla violado y afirma que se encuentra embarazada como producto de ese hecho sobre Coatzacoalcos.   Dijo que a Federico Lagunes Peña se le puede destituir de comprobarse el presunto caso de violación y afirmó que la queja sobre presuntos malos manejos en las finanzas se atenderá conforme a la Ley; bla, bla, bla…

    (3)   Hay muchos detalles en torno a esta historia.   Conocer el final de sus dos vertientes es de suma importancia para efectos de diagnosticar en qué nivel se mueve –finalmente- la situación política del Ayuntamiento porteño en los días que corren.   Es evidente que nuestros ediles están muy por debajo de la civilidad que de ellos se espera.

Sin embargo, la duda de fondo es el tema de las finanzas; de las obras; de la legalidad.   Saber qué encuentran el ORFIS y la LXII Legislatura en la queja de los regidores es un tema fundamental.   Si las cosas están en orden, el “grupo de los diez” se resbalará en el jabonoso piso del chantaje y caerán de manera inevitable.

El epíteto del Presidente Marcos Theurel los dejará sellados para siempre: Corruptos.   Si sus observaciones son –de fondo- ciertas y comprobadas, el Alcalde deberá mucho más que una explicación al pueblo que gobierna.   Por otra parte, también es de suma trascendencia conocer la respuesta final de la Procuraduría a la denuncia contra el regidor sexto.   Una vez más: si hay pruebas contra Federico Lagunes Peña éste deberá ser puesto detrás de las rejas del penal Duport Ostion.   Si es culpable de violación contra una menor de edad; si esto se comprueba y el edil se arropa en la impunidad, el Subprocurador de Justicia Jorge Yunis Manzanares y la PGJ toda quedarán salpicados por el estercolero.   Por el contrario, si no hay pruebas contra Lagunes Peña y resulta exhonerado, estaremos ante un lamentable empleo de la procuración de justicia con fines pseudo políticos.   Hay que aguardar por los resultados y mientras tanto los quince ediles debieran sesionar y atender la agenda ciudadana por la que cobran su sueldo.

  (4)   Finalmente, uno de los últimos capítulos que ha vivido el encontronazo edilicio de Coatzacoalcos fue protagonizado por el regidor Edgar Brito.

El joven panista dio a conocer el miércoles pasado su inclinación a renunciar al Ayuntamiento, luego de haber recibido amenazas de atentados contra su integridad física.   En la misma situación –de amenazas y disponibilidad a separarse del cargo- estarían sus compañeros del “grupo de los diez”, dijo.

Brito no ha presentado prueba de las tales amenazas.   Tampoco ha presentado una denuncia ante la instancia pertinente que es la Procuraduría General de Justicia.   Nadie de entre sus compañeros del “grupo de los diez” lo ha secundado hasta ahora.   Esta afirmación, de momento, no luce fondo ni consecuencia real.

Cuando mucho, el regidor Brito nos recuerda aquella frase memorable del gobernador Miguel Alemán Velasco; ya citada -por cierto- en el epígrafe de este Claroscuros.

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