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Ayotzinapa: que se vayan todos.

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Columna: Escenarios
Eduardo de la Torre Jaramillo

 
La política en México tomó un rumbo equivocado desde que los propios políticos piensan ilusamente que sólo se pueden ganar las elecciones con dinero, fue en ese momento cuando este sistema político se pudrió, porque los aspirantes a políticos fueron obligados a realizar alianzas inconfesables con grupos criminales; basta leer cotidianamente que los partidos políticos mexicanos dejaron de tener militantes para tener delincuentes electorales y criminales, allí cohabitan en el PRI, PRD, PAN, PVEM, de los que se sabe públicamente por el momento.
Este abismo o mejor dicho colonización del dinero sobre la política en general se hace desde la vía legal con las prerrogativas (el caso más burdo es el presupuesto que el IEV presentó para el 2015), y el camino de la ilegalidad y sus múltiples formas de financiamiento, que van desde las asignaciones de obra pública, por ejemplo cuando gobernó el panismo en el plano federal y particularmente en Veracruz, que muchos panistas tienen constructoras y se aprovecharon de los “pisos firmes”, con los que enriquecieron a muchos de ellos, ésta acción fue muy clara en la depredación de los presupuestos. Ahora que están fuera del poder son los “moches” que hacen desde la Cámara de Diputados hacia los alcaldes, porque los panistas fueron creando sus mercados cautivos donde “gobiernan”.
Una clase política en general que únicamente busca enriquecerse y que no hace política; y como en este país a nadie se le castiga si comete un acto de corrupción en un sistema de complicidades, y se premia al corrupto y a la minoría de políticos honestos se les castiga, ésta es la cultura política que existe en el país. Y es allí donde las y los mexicanos no sólo están irritados, este es un elemento que va creando un distanciamiento o abismo entre la clase gobernante, que ya son una casta y los gobernados, quienes tienen que enfrentarse al pago de impuestos legal y al pago de piso ilegal, a la costumbre de tener servicios mediocres o no tenerlos pero que la espiral del silencio de la sociedad mexicana está llegando a su límite.
Centrándome en el tema de Ayotzinapa es inconcebible que después de más de un mes las autoridades federales no sepan nada de los 43 estudiantes normalistas, y que en el fondo del asunto está la grave violación de los derechos humanos, la cual echó por la borda 46 años de firmas de tratados internacionales, de reformas constitucionales, de la creación de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, hasta el convenio de colaboración entre México y la Unión Europea que entró en vigor el 2 de julio de 2000, donde una de sus cláusulas establece que se deben respetar los derechos humanos, si México pretende acceder a los recursos económicos de la Unión Europea; todo esto redujo nuevamente al país para que lo identificarán como “México Bárbaro”, dicha denominación fue hace más de 100 años. Este es el mayor retroceso de cualquier gobierno mexicano.
Por otra parte, el gobierno mexicano está paralizado, no tiene un modelo de operación política, porque la dinámica de los conflictos ha sido vertiginosa, ya que pasamos de la violencia en Tamaulipas; a un estado narcopolítico en Michoacán; después hacia los problemas de corrupción política en Sonora; de allí al Estado de México con los ajusticiamientos en Tlatlaya; hasta llegar a otro narcoestado en Guerrero, donde su clase política local dirime los conflictos con la eliminación del otro, allí están los panistas y los perredistas, los primeros asesinando al secretario general del CDE y los perredistas cometiendo delitos de lesa humanidad en contra de los estudiantes normalistas.
La pregunta es cuantos narcoalcaldes hay en los 2,457 municipios que tiene el país, y cuántos gobernadores tienen relación con el crimen organizado, éstos han mutado con una enorme velocidad, primero se especializaron en finanzas, de allí la capacidad para blanquear el dinero, posteriormente compraron a los alcaldes, no se conformaron con eso, ahora gobiernan muchos municipios; por todo esto el Estado mexicano no sólo ya es un Estado fallido, sino inviable, en donde gobierna la ilegalidad y la criminalidad, donde se asienta la barbarie y la civilización se aleja, ésta como bien podría ser la ley y el entramado institucional quienes les darían una fachada moderna, pero en lamentablemente México eso ya no es posible.
Hacia dónde va el país, primero hacia la implosión del subsistema de partidos políticos, todos son iguales, no hay diferencias ideológicas (porque ya no las hay en el mundo), no hay identidad, no hay proyecto o plan para gobernar, no hay rumbo, no hay ideas políticas, únicamente son cascarones, algunos populistas y mesiánicos, con una mayoría cínica que sólo buscan las prerrogativas para simular que hacen política.
Finalmente, estamos transitando del “si no pueden que renuncien” al “que se vayan todos”, porque antes ser político en este país más allá de lo simbólico significó respetabilidad ser de oposición, cuando existió o ser un miembro del gobierno, pero hoy es lo más despreciable que puede tener la sociedad mexicana; ganarse la confianza en un mundo tan complejo como el que estamos viviendo es por demás complicado, y si a todos esto le sumamos que los políticos mexicanos se extinguieron para convertirse en unos vulgares mercaderes, pues los únicos que pueden imprimir algo de dignidad a la política, son los ciudadanos, quienes tendrán que asumirse como tales y no pensar que ser ciudadano sólo es cuando se vota cada 3 o 6 años. Porque, los políticos mexicanos son un reflejo de esta misma sociedad, salieron de ella, es así como el problema es nuestro; además la política ya es un asunto tan serio que no se lo podemos dejar a los nuevos mercaderes mexicanos.

redaccion

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