Cultura

Raquel Tibol: memoria de la cultura posrevolucionaria

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CIUDAD DE MÉXICO. (Redacción).- Todo buen crítico de arte debe someterse a la ley de gravedad sentimental, como lo decía José Ortega y Gasset, abandonar el lado racional y dejarse ir por el sentimiento para poder decir con valentía una opinión clara sobre la expresión artística que se tiene enfrente. Bajo esta ley trabajó Raquel Tibol, cuyas escrituras en forma de ensayos y reseñas tienen esa emoción platónica que conjuga una escritura racional con la sinceridad, cueste lo que cueste, que sólo puede arrojar el sentimiento.

Proveniente de una familia judía llegada a Argentina, Tibol nació en Entre Ríos en 1923. Muy joven y con deseos de ser periodista pudo conocer a Diego Rivera durante el Congreso Continental de Cultura desarrollado en 1953, año en que viaja a México a la búsqueda de una explicación de los porqués del muralismo mexicano, corriente pictórica que había afectado a muchos artistas a lo largo de América Latina desde la década de 1920.

Raquel Tibol creció en un mundo lleno de guerras. Las revoluciones mexicana y bolchevique, la guerra mundial, la civil española, la guerra fría, una configuración geopolítica y de enfrentamientos ideológicos que la marcaron y que le sirvieron para entender el arte visual desde estos conceptos: el arte que se hace para el pueblo, que sirve al espíritu individual, o el arte que funciona con fines identitarios propuestos por gobiernos y Estados.

Además del muralismo, a Raquel Tibol le interesó el génesis de las vanguardias como el surrealismo y entendió que eran muy diferentes los surrealismos de América que los europeos. Otra vez la geografía en su mirada. Luis Buñuel, Remedios Varo, Frida Kahlo, Leonora Carrington. Todos ellos fueron parte de sus análisis y críticas, Europa y América, para comprender finalmente qué es México, el lugar en el cual se asentó definitivamente y obtuvo la nacionalidad en 1961.

El arte construido tras el muralismo y la posrrevolución mexicana también pasó por su ley de gravedad sentimental al entender las obras de artistas más contemporáneos como Alberto Gironella, Vlady, José Luis Cuevas y Francisco Toledo. Sin ser condescendiente, criticó lo que no le gustaba, por ejemplo, los cuadros de gran formato de Toledo, o los gordos sin sarcasmo de Fernando Botero, la megalomanía improductiva y poco funcional de muchos proyectos culturales provenientes del Estado mexicano y otros más de coleccionistas independientes.
Crítica, conocedora de la realidad política mundial. De la importancia que tiene el arte como instrumento propagandístico, económico y espiritual, Raquel Tibol se convirtió en una de las mejores ensayistas sobre la conformación de la cultural posrevolucionaria mexicana, como en su momento lo habría hecho otro extranjero apasionado por lo mexicano, Luis Cardoza y Aragón, otro grande la crítica de arte. Ganadora del Premio Fernando Benítez y de la Medalla de Oro de Bellas Artes, la maestra Tibol dignificó el oficio del periodismo cultural y colocó al ensayo crítico como uno de los grandes géneros de la literatura, género poco usual en estos tiempos en que más críticos y crítica necesitamos.

Crédito: Agencia N22

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