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Veracruz: la sociedad de los periodistas muertos

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Claroscuros

José Luis Ortega Vidal

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Corría el año de 1988; un grupo de alumnos y alumnas de la Facultad de Ciencias y Técnicas de la Comunicación (FACCYTC) de la Universidad Veracruzana invitó a Carlos Monsiváis a dictar una conferencia en su escuela.

Aquellos estudiantes conformaban el Movimiento de Comunicación Social Taller Universitario de Acción y Trabajo (MOCOS TUNAYT), un grupo cultural que organizó diversas actividades a favor del desarrollo intelectual de la FACCYTC durante aquella época.

Monsiváis había llegado al puerto de Veracruz invitado por el Instituto Veracruzano de Cultura (IVEC) que dirigía la doctora Ida Rodríguez Prampolini.

Apenas cuatro años antes, el 30 de mayo de 1984, el columnista Manuel Buendía había sido asesinado en la ciudad de México por órdenes del gobierno de Miguel de la Madrid, concretamente por instrucción de la Dirección Federal de Seguridad, a cargo de José Antonio Zorrilla Pérez, quien se decía amigo del autor de Red Privada.

Durante su charla con los y las estudiantes, Monsiváis contó que él sí fue amigo de Manuel Buendía y narró algunos detalles sobre el personaje histórico del periodismo mexicano:

– Manuel andaba siempre armado y decía que no quería morir en la cama, sino en acción, trabajando, activo. Yo sí quiero morir en la cama y no ando armado…expuso Monsiváis, con su característico sarcasmo.

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A Buendía, hoy se sabe, lo mató el gobierno mexicano por haber llegado a fondo en investigaciones periodísticas sobre la presencia de la CIA (Agencia Norteamericana de Inteligencia) en suelo mexicano.

La periodista mexicana Anabel Hernández ha documentado que Buendía obtuvo información acerca del tráfico de drogas que la CIA impulsaba junto a la DFS desde Sudamérica hasta EEUU, con cuyas ganancias financiaba armas para los grupos contra revolucionarios en Centroamérica, concretamente en Nicaragua.

La muerte de Buendía, se sigue pensando a la fecha, estuvo ligada a su vez a la ejecución del periodista de Coatzacoalcos, Javier Juárez Vázquez, quien habría sido una de sus fuentes.

Más aún: aquellos sucesos que conformaron un complot internacional estarían conectados con la masacre de policías judiciales federales en la colonia “Sánchez Taboada”, en el Valle del Uxpanapa, al sur de Veracruz, ocurrida en 1985 y donde narcotraficantes presuntamente ligados a Rafael Caro Quintero mataron a 21 enviados de la PGR.

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A veces, los sueños no coinciden con la realidad. En ocasiones sí, aunque tardan en conectarse.

Aquellos muchachos y muchachas del grupo MOCOS TUNAYT habían tomado parte de la huelga estudiantil encabezada por Ricardo Morales Lira, un brillante estudiante nativo de Córdoba, Veracruz, que pugnaba por un nuevo programa de estudios de la FACCYTC y por una mejoría substancial en la oferta académica de la única Escuela de Comunicación existente en la entidad veracruzana hasta entrada la década de los 90s.

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Como Nadia Vera y Rubén Espinoza más tarde, el Movimiento de Comunicación Social pensaba no sólo en sí sino en dar de sí al resto, a sus compañeros.

Pero no sólo eso sino en mejorar las condiciones académicas y culturales de la UV para las nuevas generaciones de comunicadores y periodistas.

Integrantes de aquel movimiento son periodistas y maestros universitarios en el norte del país, en el sureste de México y en diversas ciudades de Veracruz.

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Con los años la lección de Carlos Monsiváis quedó ahí y vive: es un mito elegir cómo morir; se puede elegir, en cambio, cómo vivir.

Manuel Buendía vivió como periodista investigador -sin duda el mejor en la historia de México- y murió en acción, como lo deseaba; aunque murió traicionado como, quizá, no lo previó…

Monsiváis vivió como un intelectual notable en la historia nacional e internacional, montadas sus múltiples obras en un estilo narrativo intraducible por único, singular, sarcástico, lleno de símbolos, mexicanismos y monsivaismos; entre otras razones…

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Otra lección de aquellos años es que una sociedad cambia sólo cuando todos sus elementos abonan a ese cambio y el cambio es lento o rápido en función del acuerdo colectivo y de la aportación de todos.

En los años 80s –como ocurrió en otras épocas- el Estado mexicano eliminaba a quienes le representaba un riesgo (esto de “el Estado mexicano” requiere análisis aparte pero queda aquí como una afirmación de lugar común).

Actualmente ocurre lo mismo.

El México de los sueños tarda en llegar y hay quienes pensamos que un día llegará: sin analfabetismo, con justicia social, democrático y saludable.

A esta cruel circunstancia de un Estado que mata a sus soñadores, añadimos las preguntas: ¿y qué hace la sociedad al respecto? ¿y cómo se cuidan los soñadores de los soñadores?

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El 5 de junio pasado un grupo de estudiantes universitarios fue agredido salvajemente por un grupo de encapuchados en un departamento, en Xalapa.

A la fecha no hay resultados de la investigación ministerial respectiva.

Queda claro que seguimos siendo el México y el Veracruz de los Periodistas Muertos, por parafrasear –Oh Captain! My Captain!- a la Sociedad de los Poetas Muertos que ha existido y existe aunque con un significado profundamente distinto, por vital.

¿Seremos también la Sociedad de los Estudiantes Muertos?

La respuesta a esta pregunta está en manos de los hombres y mujeres del poder, así como en los hombres y mujeres de la sociedad en general.

Hay que remarcarlo: tenemos la obligación de evitarlo.

redaccion

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