Internacional

Un mar de banderas en la plaza de la Liberación

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El Cairo, Egipto. (El País).-  Hoy es viernes, día especial para la revuelta egipcia. Es día de rezo y los manifestantes anti-Mubarak concentrados en la plaza de la Liberación de El Cairo han venido eligiendo los viernes para reforzar su grito de libertad contra un régimen que sigue aferrándose al poder pese al clamor de la calle y pese a los 30 años que lleva rigiendo los destinos de Egipto. La plaza es hoy un mar de banderas egipcias -los vendedores de merchandising revolucionario están haciendo su agosto con la revuelta- y de egipcios venidos de todo el país que reclaman la caída de Mubarak. Miles y miles de personas abarrotan la plaza de la Liberación y sus alrededores, así como los alrededores del palacio presidencial y la sede de la radio y la televisión estatal.

Pese a la marea humana, los manifestantes encargados de la seguridad, identificados ya con pegatinas, siguen cacheando concienzudamente a los que ingresan en el epicentro de la revuelta. Primero, es el ejército el que somete a los manifestantes a un somero control de pasaporte. Luego, son los propios promotores de la revuelta los que registran los que, tras esperar en colas de cientos de metros, entran en la plaza. Son mujeres, esos sí, las que cachean a las mujeres.

¿Hay más gente hoy en Tahrir que cualquier otro día de la revuelta? Imposible saberlo. Lo que sí es cierto es que la protesta ha traspasado ya los límites de la plaza de la Liberación y se ha extendido por otros lugares simbólicos: miles de personas están apostadas y han rezado la oración del viernes frente al edificio de la radiotelevisión estatal, mientras que otro numeroso grupo rodea el palacio presidencial de Mubarak, desde donde ayer el rais volvió a decir a su pueblo que solo se irá en septiembre, aunque deje algunos poderes en manos de su vicepresidente, Omar Suleimán.

En la plaza de la Liberación no cabe un alma desde la hora del rezo, que ha coincidido con el esperado mensaje de la cúpula militar, cuyo papel en la crisis es determinante. Una vez más, no ha terminado de inclinarse hacia ninguno de los dos lados: pide a los manifestantes que cejen en su protesta, que se vayan a casa, pero que vigilarán para que se cumplan sus demandas. El comunicado militar no ha tenido ningún efecto, nadie se va a casa. Miles y miles de banderas egipcias ondean en la plaza y sus alrededores, donde proliferan además otras mercaderías revolucionarias: jerseys con los colores de la bandera, cintas para el pelo con lemas como «el 25 de enero estaba allí» u «orgulloso de ser egipcio».

Así ataviados, los manifestantes cantan «Mubarak ilegal, Gobierno ilegal», se toman descansos para tomar un té o leer los periódicos del día. Algunos pisotean el diario oficial Al Ahram. Un grupo de manifestantes procedentes de Mansura, una ciudad al norte de El Cairo, aseguran llevar una semana en la plaza, junto a las barricadas metálicas levantadas por el Ejército por donde el pasado viernes se colaron los matones de Mubarak para reventar la protesta -se originó una batalla campal que dejó al menos 13 muertos. Y aseguran también que no se irán hasta que el dictador se rinda.

redaccion

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